Hasta pronto...viejo amigo
Ven viejo amigo, reúnete conmigo en el pasillo. Allá donde
un día habito el olvido, ahora hay ilusión. Te redactaría mil y una palabras
describiendo la situación. Qué fue de los días atrás, las sonrisas de
desesperación, las lágrimas efervescentes…
La verdad es que es mejor no recordar. Pues las frías
sombras todavía acechan. Tan solo necesito rememorar esos cálidos momentos en
los que ellos elevaban mi ánimo. Y por supuesto, aunque no de tu agrado, no
eran tuyos.
Loco y testarudo has sido y serás siempre. Rondando entre
las tinieblas, el miedo y la ignorancia. Acentuando el amargo café de mi vaso
cada amanecer.
Pues bien, esto no es una carta de despedida. Sé que es
imposible desprenderse de tu arrogancia y que un día, lejano o no, tus garras
volverán a rasgar la carne de mi espalda. Pero ahora he de decirte: “hasta más
ver”.
¿Debería ser agradecida contigo? No sé. Es algo en lo que
sigue trabajando mi mente. Tu presencia
me ha enseñado, ha traído hogar a mi desolado paradero. La locura que cediste
mezclada con burbujas y sal, al final concluyó con algo bueno.
Y si, con mi copa en la mano brindo por tu marcha. Cierro
mis ojos y me regodeo en el sutil perfume de la victoria, por el momento. Sé
que nunca has traicionado esa compañía descarada y depravada de nuestra
relación.
Tus celos van en ascenso con cada piedra que supero. Más aún
por esos abrazos que reconfortan cada poro de mi piel. Que como la buena miel
se apelmaza en tu paladar y hasta que no te sacia no emigra.
Me quito el sombrero, esta vez te superarte longevo diablo.
Pero no te llevaste mis fuerzas ni mi pasión por la vida. Es más, en el
conflictivo trayecto encontré la valiosa amistad de mis seres más cercanos.
Ya tendré noticias de ti. Nos vemos, vil huracán.
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